07 octubre, 2006

Me doy miedo

Después de la tormenta llega la calma a este blog.

Pues bien, me preocupa una revelación que tuve ayer cuando iba tranquilamnte sentado en el metro. A mi siempre me han parecido absolutamente iguales todos los niños pequeños, los bebés, los que van indefectiblemente unidos a la silla o a los brazos de los padres pero ayer, mientras iba sentado en el metro, tenía delante a uno de esos especímenes y me dije: Joder qué cosa más fea, y ya uniendo ideas y recordando momentos y pensamientos anteriores me di cuenta de que esa unidad que creía inquebrantable resulta que no lo es tanto y ¡hay bebés que me parecen monos y otros que me parecen horribles! Eso sí, la inmensa mayoría me siguen pareciendo iguales.
Afortunadamente esto me sucede cuando no tengo pareja ni posibilidad de caer en el error de encargar una de esas cosas. Si no, vaya usted a saber.

Por si acaso, y como esto ha sido muy corto, me permito recordar un aforismo del más grande:

Se dice que se está harto de los hombres cuando ya no se puede digerirlos, mientras se tiene el estómago lleno de ellos. La misantropía no es sino la consecuencia de un amor demasiado glotón a la humanidad, de una antropofagia.

No hay comentarios: